David Saúl Rodríguez-Araujo Casa de infancia, casa abandonada, casa adorada. Casa de erguidas y blancas paredes, apoyadas en horcones de madera que se retuercen como serpientes en búsqueda de luz. Horcones de madera dura y seca, impávidos testigos de dos siglos cabalgando sobre las pesadas vigas, que sostienen. Las puertas de cedro, con heridas …
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